lunes, noviembre 05, 2012

BALADÍ


Dice Borges que J.W.Dunne “asegura que en la muerte aprenderemos el manejo feliz de la eternidad. Recobraremos todos los instantes de nuestra vida y los combinaremos como nos plazca. Dios y nuestros amigos y Shakespeare colaborarán con nosotros”.
Si hablo por mí, el aprendizaje conjeturado por Dunne tendrá sus bemoles, a menos que de todos los instantes de nuestra vida podamos censurar más de uno y quedarnos con muy pocos. No imagino a la desdicha sufrida por un suicidio muy cercano formando parte de ese juego de combinaciones. A Shakespeare puedo reemplazarlo por Cortázar; a mis amigos, con nada.
Pero tampoco el concepto de inmortalidad es aprehendido por Dunne, sino apenas los sucesos de cada vida, tan pequeña y con tanta frecuencia replicándose en espejos que nos condenarían a una repetición exhaustiva y finalmente infernal de todo lo que en vida nos propusimos olvidar.
Con su habitual, lacónica sabiduría –que no le sirvió sin embargo para librarse de Kodama-, dice Borges que “ante una tesis tan espléndida, cualquier falacia cometida por el autor resulta baladí”.

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