martes, octubre 02, 2012

ÁNGEL


Acaba de despertar, sobresaltado, inquieto. 
Oyó ruidos. 
Pero no puede haber nadie, cerró los portones de la parroquia a las siete de la tarde, apagó las velas y se encerró en la sacristía, a mirar la tele, tomar unos vinos, manosear a su amante, penetrarlo y dejarse finalmente penetrar. Durmieron abrazados, él lo espiaba desde su sueño superficial, dulce: es tan bello, se decía y le daba gracias al Señor.
Pero ahora, esos ruidos. Él duerme como si nada, querubín rosado y quieto, las alas plegadas, el culito brillante, la humedad de un llanto feliz en sus mejillas.
Avanza, el párroco, entre las filas de bancos, en la oscuridad casi absoluta.

Algunos después dirán que también así aparece Ella, la espada ensangrentada, la cabeza del párroco a sus pies y el ángel que, aterrado, avanza hacia su última, salvaje penetración.

No hay comentarios:

Publicar un comentario