miércoles, agosto 01, 2012

PURO CUENTO - "La otra piedad", premio Juan Rulfo


Asistimos hoy a cierta moda –o epidemia literaria- que consiste en “forzar los márgenes” de la herramienta básica de nuestro oficio: la palabra. Como quien al encarar la construcción o reparación de una máquina con una sofisticada herramienta, la emprende a golpes contra la estructura, la pulveriza para luego intentar, con los restos, un armado y una función diferente.
Riesgoso oficio, el literario, que al no poner en juego otra cosa que la sobrevivencia estética de una disciplina tan propensa a los maltratos, sigue dando batallas aún en el campo de una presunta derrota frente a otros medios de expresión artística. Los resultados de la moda o epidemia están a la vista y paciencia de los lectores que se les atreven a los respectivos engendros, de los que a veces caen en la trampa de la glorificación o en el espasmo dialéctico de una muy inducida benevolencia con la mediocridad.
Pero si la novela es campo fértil para tanto “agroquímico” literario, el cuento mantiene aún la leyenda de su fortaleza estructural, de su resistencia a los embates de cualquier pretenciosa renovación.
Esta larga introducción tiene su por qué. Si algo no puede decirse de los cuentos de Laura Massolo es que rompan reglas, que renueven la estructura, que hagan temblar el saber que damos por aceptado desde siempre: un planteo vigoroso, la crispación del orden subjetivo de los personajes, un final elocuente o inesperado.
Si existe un horror fecundo y abrigamos aún la sospecha de que el infierno nos acompaña desde que nos susurraron la primera promesa del paraíso, Massolo devela la intimidad de ese secreto bien guardado. Lo hace con su escritura, con una prosa que no se conforma con herir la carne y llegar al hueso, con una progresión de recursos expresivos infrecuentes, sólidos, contundentes. Nos habla del horror con rabia profunda que no desdeña la belleza ni se enmascara en ella, que tampoco le da al lector la excusa de haber sido tomado por sorpresa. No hay lectura ingenua de la prosa de Massolo, no es posible refugiarse en las pausas de la escritura ni cerrar el libro como a una caja de Pandora que nos ha permitido espiar en su interior y tan campantes.
Si la moda o epidemia a la que me refería más arriba declama su vocación transgresora, Massolo desembarca en nuestra vigilia sin alardes, despliega herramientas tradicionales, esas palabras tan a menudo bastardeadas, tan vulnerables y vulneradas, y construye su bunker, su pozo de zorro, su trinchera, combina oraciones y puntúa con la precisión de quien sabe que es ésa su única oportunidad, la última chance.
Su relato “La otra piedad” arranca entonces, como “La divina Providencia” o “Y se harán cruces”, como cartas, inducen a entrar en ellas con la experiencia de otras epístolas, con la confianza del que pisa terreno conocido. Sin embargo, en pocas líneas la autora da por tierra con nuestra jactanciosa seguridad, destroza la brújula, corta el hilo de Ariadna, nos pone cara a cara con el Minotauro.
Sabíamos del horror, alguien nos había contado de la desventura tal vez mucho antes de que se cruzara en nuestras vidas. Pero hubo que toparse con un texto del vigor y la contundencia de estas cartas para empezar a aceptar que el camino es de ida, que las claves no acabarán por revelar sino aquello que temíamos conocer.
Y lo mismo, aunque en otro registro y como un desvío irónico, provocador, lúdico, sucede con cuentos de la estatura de “Upa de nadie”, “La escalerita” o “El día del conejito”, donde el dolor se transmuta en páginas de serena desesperación.
Afirmar que la Argentina tiene una rica tradición cuentística es casi un lugar común. Al incorporarse por derecho y talento propio a esa tradición, Massolo confirma que sí se puede escribir en los márgenes del mundo, en la trastienda de las madrugadas, transitar una literatura construida con la única materia prima que ninguna tecnología, ningún cataclismo, ninguna falsa vanguardia podrá destruir ni arrebatarnos: la palabra.

"LA OTRA PIEDAD". 
Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2005

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