viernes, febrero 10, 2012

VIUDAS



Queda bien hablar bien de Borges y mal de María Kodama. Incluso los que no han leído a Borges lo ensalzan mientras denigran a su compañera y viuda. Es lo mismo que le sucede a cualquier pareja que supere los tres meses de prueba y siga. Hay una cierta malevolencia en la mirada que echamos sobre aquellos que, por amor, tozudez o conveniencia, permanecen juntos o así lo declaran. No les creemos.
De Borges, aceptamos a regañadientes que haya sido un capo en lo suyo, un discriminado por la academia sueca, un ciego luminoso. Pero nos da en el quinto forro que se le haya pegado como ventosa una ex alumna y lo haya convencido de que podían vivir juntos. No sabemos con qué argumentos o turbios procederes lo logró, pero ahí estuvo, a su lado en Ginebra y ante el último aliento.
Ahora, su última viuda defiende a capa, espada y abogados el uso de todo lo que Borges haya escrito y de lo que pueda cobrar derechos. Esto sucede mientras el “gran debate” gira en torno de si los escritores debemos cobrar por nuestra tarea o resignarnos a que nuestros intrascendentes trabajos se difundan por redes y redecillas de oportunistas cibernéticos.
Ya quisiera yo –preferiblemente, antes de morirme- una viuda como Kodama.

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