viernes, agosto 12, 2011

BERGMAN, A PROPÓSITO DE SOLANO LÓPEZ Y DE OESTERHELD


Dice Bergman –Ingmar, el de “El silencio” y “Fanny y Alexander”, entre tantas obras maestras- que uno sube la montaña de la vida y, a medida que va viendo todo con mayor claridad, se va quedando sin aire. Cito de memoria su “Linterna mágica”, un libro maravilloso de su madurez, escrito en un estilo que, como el que usó para filmar, se fue puliendo hasta desbrozarse de toda maleza dialéctica, de todo manierismo estético, para acercarse a la verdad –que siempre, como todo creador en serio, merodeó sin alcanzar-.
Y recuerdo a Bergman –insisto, Ingmar, ni la bella Ingrid ni el rabino mediático que ahora va de diputado por la derecha fascistoide que gobierna Buenos Aires-, lo recuerdo ante la muerte de Solano López, otro grande de por acá nomás, que con Héctor Oesterheld nos anticipó un mundo de invasores que también vivían –y viven- en la otra cuadra, que siguen planeando desembarcos ominosos, cada vez que la historia deja de obedecerles mansamente y estallan gritos, gestos, puños y argumentos capaces de demoler la mentira, de reducir la impunidad a escombros, de descubrirnos lo poco que de maravilloso tiene la vida: estas cumbres casi sin aire pero con tanta y tan hermosa transparencia.

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