sábado, julio 02, 2011

HEMINGWAY


Se recordaba hoy a Hemingway porque se cumplen 50 años de haberse descerrajado un escopetazo en la cabeza. El periodismo cultiva esas taras, las siembra en la tierra yerma de su mediocridad, las riega y recoge cada año sus secos frutos.
Te puede gustar o no Hemingway. Lo mismo con Lugones. O con Pizarnik o Alfonsina. Recuerdo cuando se suicidó Marta Lynch, una buena escritora argentina hoy olvidada que supo vender muchos libros. Yo no la leía, aunque no por motivos literarios sino porque cultivaba ese oportunismo político que le permitió –a Lynch y a varios más- coquetear con el peronismo de los ´70 y luego con la dictadura. “No soportó ser facha”, le dije a un amigo cuando comentamos el caso. En mi visión de entonces había por lo menos dos clases de suicidas: los dignos y los indignos.
Poco tiempo después alguien muy querido y cercano eligió destrozarse bajo un tren y tuve que ir a la comisaría, a reconocer su cadáver. Lo que vi fue más de lo que nadie puede soportar. Me abracé llorando al policía que me había acompañado a la morgue.
Nadie se suicida porque es valiente o cobarde o ateo o padece alguna clase de locura. El suicidio es un acto de extrema lucidez y abandono.
Si hoy recordamos a Hemingway, que sea por lo escrito mientras amó y fue amado por la vida.

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