sábado, julio 23, 2011

EL TERROR


El milenario “arte de la guerra” no parece haberse sofisticado demasiado, al contrario. La brutalidad está intacta y se potencia con nuevas armas y explosivos provistos por la tecnología del terror.
¿Qué puede esperarse de un terrorista, sino el ejercicio del terror?
La respuesta no es tan ramplona cuando el terror es ejercido por quienes se proclaman humanistas. La pregunta es en quiénes delegamos el poder político y qué herramientas éticas miden la supuesta distancia entre un ataque terrorista y un bombardeo para derrocar a un tirano. La pregunta es quién discierne qué causas son justas –lo que podría medirse con determinados patrones de respeto a los derechos humanos- y qué causas “califican” para ser combatidas por todos los medios. La pregunta es qué hace que naciones civilizadas -con una organización social regida por leyes que han sido debatidas, aprobadas y puestas en práctica durante décadas con el apoyo de la población revalidado en elecciones libres y periódicas- se embarquen en ataques a otras naciones, con el argumento o la excusa de derrocar a los tiranos que las gobiernan.
Es esta pregunta la que no se formulan –o si lo hacen, encuentran justificaciones en vez de respuestas humanitarias- las naciones que, coaligadas, participan en ataques y bombardeos a objetivos supuestamente delimitados pero acaban destrozando, mutilando, asesinando a inocentes, o desatando procesos de violencia incontenible como los que desde hace años azotan a Irak y a Afganistán.
La pregunta es por qué nos aterra el terrorismo que apela a esa pregunta sin respuesta para atacar a mansalva, destruir, matar y morir sin arrepentimiento.
Qué otra cosa esperamos del terrorismo sino el ejercicio del terror. 

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