sábado, abril 30, 2011

TRES NOVELAS, APENAS


Tres novelas, "apenas". Una de ellas, breve. Y ensayos, reflexiones, polémicas, legados como "Antes del final". Dejó de escribir a mediados de los ´70, antes del almuerzo con Videla, el dictador, que compartió con otro que nunca escribió novelas.
No era un revolucionario, Sábato. No fue Rodolfo Walsh ni Paco Urondo, tal vez despreció morir fusilado o en las mesas de tortura, no es improbable que "la patria socialista" le haya parecido un exceso de la imaginación adolescente. Volvió a brillar cuando presidió la Conadep, una comisión de notables con la que Raúl Alfonsín presentó al mundo los desmanes del nazismo sudamericano.
Su enorme egocentrismo debió ser contrapesado en la intimidad con la certeza de que ya nada volvería a ser igual, después de la ESMA y los aviones bombardeando cuerpos con vida sobre el río más ancho del mundo.
Los que leímos a Sábato sabemos que nada de lo que escribo aquí es cierto pero que cada frase da en pequeños blancos. Que Sábato no puede ser reducido a una categoría política ni literaria y que con él, muchos de nosotros, descubrimos que escribir valía la pena.
Aunque no te entiendan, aunque no te editen, aunque no puedas posar en las fotos ni ser portada de revistas, aunque no tengas un peso, aunque un día digas basta y no escribas más.
Juan Lavalle fue muerto en San Salvador Jujuy y, para evitar que sus asesinos usaran su cadáver como estandarte, sus hombres lo transformaron en jinete lúgubre y general de los silencios, atravesando en dolor la Quebrada de Humahuaca.
Tres novelas, apenas, que Sábato seguirá corrigiendo, a salvo ya de soles y bendiciones.
Tres novelas apenas y por lo menos una, tan hermosa.

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