sábado, abril 23, 2011

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Ya está, ya le dieron como en bolsa a Vargas Llosa, el tipo se la buscó y la encontró, no hubo agresiones físicas ni debate cara a cara, pero la cuestión ya empieza a aburrirme. Los que siguen dándole son legión. Y muchos de ellos suman a las filas de un “sistema cultural oficialista” que se nutre de siempre los mismos: los mismos que van a los actos, que aplauden y descalifican, que se suben a los aviones cuando el kirchnerismo se va de joda a Europa, que se autopromocionan, que se autohalagan, que se autoabsuelven y todos los autos que se te ocurran.

Amigos, ¿compañeros?, está todo bien. Pero hay más gente de este lado, somos muchos los que detestamos la posición política del autor de “Conversación en la Catedral” pero admiramos su literatura, y muchos más los que queremos a la literatura, los que escribimos y hasta publicamos, por lo general en el exterior o en mínimas ediciones locales, para ser ninguneados sistemáticamente por esta corte de alborotadores que de lejos parecen una estudiantina pero que, acercando cámara, delatan sus arruguillas, patas de gallo y teñidos e implantes varios.

Apoyar a un gobierno que lleva adelante una dura tarea para denunciar tanta canallada periodístico-empresarial y desmontar, aunque sea en parte, la vergonzosa concentración de la riqueza en la Argentina, me parece bárbaro, realista, aconsejable. Pero subirse al caballo oficial para galopar a lo príncipes por las verdes praderas de un izquierdismo waltdisneyniano, me parece poco digno, chacabuco, decadente y, por qué no decirlo de una vez, elitista, burgués, oportunista.

Sigo leyendo a Vargas Llosa.

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