jueves, abril 14, 2011

PUENTES

Entre la vida y la muerte quedan puentes ciegos, suspendidos sobre una nada que sospecho no tiene que ver con la otra orilla. Avanzamos por ellos cuando soñamos, por ejemplo, con los antiguos amores.

Esta pomposa introducción tiene que ver con que he vuelto a verla, a hablarle y a abrazarla. Hasta despertaría con su aroma impregnado en mis sábanas.

Claro que un perfume al pasar no es la flor de Coleridge, que caminar a su lado no es el encuentro con Alejandra que narra Sábato en el Lezama.

Es algo, sencillamente, un retazo, una hilacha, el hilo de la baba del diablo que el viento agitaba en nuestra infancia y que todavía percibimos en el sueño profundo, en el encuentro al azar con lo perdido.

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